Llama la atenciòn que los referentes de una de las listas oficialistas para las elecciones de constituyentes en Apòstoles pregonan en sus charlas en los colegios y por los medios de comunicaciòn una serie de incongruencias que los estudiantes y la ciudadanìa de Apòstoles rechaza.En efecto la màs desacertada es cuando dicen que la CARTA ORGANICA DE APOSTOLES no puede impedir la apliacaciòn de la LEY DE LEMAS EN EL MUNICIPIO...habrìa que recomendarlñes la lectura del diario PRIMERA EDICION del dìa de la fecha que menciona que el jueves ùltimo en la ciudad de Posadas en el COLEGIO DE ABOGADOS quince representantes de diferentes listas (incluidas de la RENOVACION)coincidieron en la necesidad de ELIMINAR LA LEY DEL LEMAS en dicha ciudad y este tema serà incluìdo en la C.O.M CARTA ORGANICA MUNICIPAL DE POSADAS que serà modificada.La otra equivocaciòn garrafal de los renovadores es cuando dicen que es imposible instalar la figura del DEFENSOR DEL PUEBLO porque serìa un nuevo GASTO...Nosotros insistimos en el DEFENSOR DEL PUEBLO porque serà la VOZ DE LOS QUE NO TIENEN VOZ ...y bastarìa reduciar el sueldo en un diez por ciento a cada uno de los secretarios de las diversas areas de gobierno municipal para que pueda lograr el propòsito de defender a los vecinos en el àmbito del CONCEJO DELIBERANTE..SEPA EL PUEBLO DE APOSTOLES LA VERDAD..NO A LA LEY DE LEMASNO A LA REELECCION INDEFINIDA DEL INTENDENTE
sábado, 13 de junio de 2009
martes, 9 de junio de 2009
NO A LA REELECION INDEFINIDA-CARTA ORGANICA DE APOSTOLES
bajado de internet
El principio republicano de las barreras a la autoridad de los gobernantes incluye y presupone el límite temporal por el que se designa al mandamás para que nos represente y administre al Estado. No pueden imponernos al mismo mandatario por tiempo indefinido sin violar la esencia del pensamiento republicano. No se trata de que sea buen o mal gobernante: para ser un buen gobernante hay que saber entregar el mando pacíficamente y ser reemplazado por otro ciudadano elegido para encabezar el servicio público. El argumento de orden práctico es aún más débil. En realidad, es imposible acabar la obra de gobierno, como si se tratara de la edificación de una casa, con un principio y un fin, porque la naturaleza de los problemas va cambiando constantemente y las sociedades alteran el orden de sus prioridades. Una catástrofe natural, una importante innovación técnica, una grave conmoción social o un simple cambio en la realidad económica internacional pueden modificar la situación y descarrilar los planes de gobierno. En rigor, eso es lo que siempre sucede. Los gobernantes electos llegan al poder y ponen proa rumbo a cierto destino, mas los vientos inmediatamente comienzan a desviarlos de sus objetivos. Pero para eso existen las instituciones: el que viene detrás enmienda, corrige el derrotero, y reordena las prioridades de acuerdo con la nueva realidad. Un presidente no es otra cosa que el capitán provisional de un buque condenado a navegar eternamente.Jamás ha existido sobre la tierra un gobernante que haya cumplido con todos los objetivos que se ha propuesto. Para que eso suceda tendría que haberse producido una parálisis social e histórica exactamente en el punto en el que formuló sus planes de gobierno. De ahí que la tarea más importante, para cualquier estadista realmente responsable y preocupado por el destino nacional, es fortalecer las instituciones para que la transmisión de la autoridad funcione de una manera natural, admitiendo, aunque contradiga su natural egocentrismo, que el andamiaje republicano no ha sido concebido para cultivar el caudillismo de los hombres excepcionales, sino la sosegada alternancia en el uso del poder. Como reza el melancólico dictum: los cementerios están llenos de personas imprescindibles.
El principio republicano de las barreras a la autoridad de los gobernantes incluye y presupone el límite temporal por el que se designa al mandamás para que nos represente y administre al Estado. No pueden imponernos al mismo mandatario por tiempo indefinido sin violar la esencia del pensamiento republicano. No se trata de que sea buen o mal gobernante: para ser un buen gobernante hay que saber entregar el mando pacíficamente y ser reemplazado por otro ciudadano elegido para encabezar el servicio público. El argumento de orden práctico es aún más débil. En realidad, es imposible acabar la obra de gobierno, como si se tratara de la edificación de una casa, con un principio y un fin, porque la naturaleza de los problemas va cambiando constantemente y las sociedades alteran el orden de sus prioridades. Una catástrofe natural, una importante innovación técnica, una grave conmoción social o un simple cambio en la realidad económica internacional pueden modificar la situación y descarrilar los planes de gobierno. En rigor, eso es lo que siempre sucede. Los gobernantes electos llegan al poder y ponen proa rumbo a cierto destino, mas los vientos inmediatamente comienzan a desviarlos de sus objetivos. Pero para eso existen las instituciones: el que viene detrás enmienda, corrige el derrotero, y reordena las prioridades de acuerdo con la nueva realidad. Un presidente no es otra cosa que el capitán provisional de un buque condenado a navegar eternamente.Jamás ha existido sobre la tierra un gobernante que haya cumplido con todos los objetivos que se ha propuesto. Para que eso suceda tendría que haberse producido una parálisis social e histórica exactamente en el punto en el que formuló sus planes de gobierno. De ahí que la tarea más importante, para cualquier estadista realmente responsable y preocupado por el destino nacional, es fortalecer las instituciones para que la transmisión de la autoridad funcione de una manera natural, admitiendo, aunque contradiga su natural egocentrismo, que el andamiaje republicano no ha sido concebido para cultivar el caudillismo de los hombres excepcionales, sino la sosegada alternancia en el uso del poder. Como reza el melancólico dictum: los cementerios están llenos de personas imprescindibles.
lunes, 8 de junio de 2009
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